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¿ESTAMOS VIVIENDO EL PEOR MOMENTO? TRANSFORMATE… ¡LA SEGURIDAD ESTA SOBREVALORADA!

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“Imaginen un águila toda la vida sin salir de su nido… Nunca hubiera conocido su destino, el cielo, el infinito. Por eso les digo: el problema no es morir, el problema es no haber vivido”. Arnau de Tera.

Economistas y Sociólogos coinciden en un término “Tiempo Cero”: Cuando los paradigmas sobre los que se sostiene el modelo socioeconómico existente son derribados producto de un vigoroso suceso externo, todos los “jugadores” regresan al punto de partida, al mismo punto, sin importar sus recursos, historia o inercia existente al momento del suceso. En ese momento, concluyen, lo único que cuenta es que tan capaz eres de crear nuevos paradigmas, adueñarte de ellos por encima del resto, y socializarlos.

Personalmente soy de la opinión que el Tiempo Cero depende más que de una razón externa, de la capacidad interna del individuo de ser suficientemente autocrítico para visualizar sus paradigmas, su forma de ver el mundo, reflexionar sobre ellos, y replantearse sin ataduras, condicionando su vida más que por su pasado, por lo que desea lograr en su futuro, compartirlos con el resto, y ser capaz de crear y sumar en armonía con el exterior. Y es precisamente este el punto que deseo abordar acá…

¿Es este realmente un mal momento?

En el contexto que escribo el presente, el mundo está sumergido en la Pandemia del COVID-19, un acontecimiento sin precedentes que fácilmente podría clasificarse como Tiempo Cero. Los presidentes de las naciones y sus equipos de gabinete son evaluados por quien toma las mejores decisiones para reducir la cantidad de muertos diarios en su país; los economistas argumentan que el principal impacto del virus viene después, vaticinando producto de la destrucción de la economía, la peor crisis de hambre que el mundo tiene registro, polarizando las clases sociales, y retrocediendo en los índices de pobreza extrema a estadísticas de muchos años atrás; los psicólogos encienden las alertas del estrés en incremento de las personas, producto del encierro, o peor aún, de la pérdida de familiares más encima sin poder despedirlas apropiadamente; los sociólogos temen de la deshumanización social ante el distanciamiento social obligatorio y la fuerza que están tomando los avatares digitales; los empresarios desesperadamente claman ayuda al ver como lo construido en años, con esfuerzo y sacrificio, se desvanece entre sus manos en forma acelerada… Nadie puede argumentar que el virus ha generado un enorme impacto en el mundo entero.

Pero, ¿es realmente el peor momento en la historia? Sin ánimo de desmerecer el dolor y sufrimiento que esta realidad impulsa, creo que la verdadera causa no es el virus, sino los perversos paradigmas sobre los que se construye la sociedad actual, y que desafortunadamente hemos ido, en mayor o menor grado, haciéndolos propio como válidos, paradigmas, demás decir, nos han llevado a una sociedad que se resquebraja a pedazos aún mucho antes del virus: Nos aferramos a la vida, con terror a la muerte, pero dejamos de disfrutarla enceguecidos en acumular hoy para el futuro, sin darnos cuenta que en ese afán desaprovechamos la vida; Vemos la pobreza como la falta de cosas materiales, especialmente en competencia con el próximo, sin darnos cuenta que la riqueza es un estado de la consciencia que parte y se incrementa al compartir con el otro; Valoramos los recursos limitados y ponemos nuestra seguridad en ellos, dejando de lado nuestra capacidad ilimitada de creatividad única en cada ser y nuestra fe en la energía interna que llevamos dentro; El no poder salir y la falta de compartir lo vemos como causa de nuestros problemas, sin siquiera darnos la oportunidad de disfrutar de la contemplación, la compañía de quien está frente al espejo, o la búsqueda de la paz interior; Pensamos siempre que el problema está afuera, es externo, es la pérdida del poder adquisitivo, es un tema del otro... y no mi propia incompetencia, al querer aferrarme a una falsa seguridad en perpetuar la fórmula que me llevó a donde estoy, aún cuando la velocidad del cambio en la humanidad crece exponencialmente conforme avanza el tiempo.

Toma el Control y Empieza a Ser Feliz

¡DESPIERTA! Toma el control de tu destino… Desde psicólogos hasta escuelas de negocio concluyen que cuando una persona depende de razones externas para canalizar su futuro o su estado de satisfacción actual, de lo que alguien más haga por ella, o de lo que “la vida” le provea, poco a poco es absorbida por un entorno restrictivo que va limitando su accionar, aumentando su ansiedad y minando exponencialmente su felicidad, sin importar sus recursos o condición. Más sin embargo, las personas más felices, coincidentemente, son personas que perciben tener el control de su vida, viven en función de lo que ellos quieren para si mismos, son capaces de acomodar la condición externa, no importando cual sea, en una oportunidad ideal que contribuye al logro de sus sueños. Dicho de otra manera, cuando el viento sopla en una dirección, hay personas que se dejan llevar, y al no tener destino ni claridad de rumbo, viven con insatisfacción y estrés constante. Hay otras que simplemente acomodan las velas para aprovechar cualquier corriente de viento y acercarlas al destino que se han trazado, disfrutando el logro de cada paso ganado y el triunfo de acercarse a su destino.

Tomar el control, entonces, parte de haberte cuestionado hacia dónde avanzas en tu vida, y tener una claridad brutalmente detallada de tu meta… No ideas vagas como “yo quiero ser feliz”, “tener dinero”, o “alcanzar mis propósitos”… Es conocer y prepararte en recursos y capacidades para específicamente la montaña que vas a escalar, no que vas a practicar alpinismo. Es una, y no más que una gran meta concreta, medible, lograble, con fecha de cuándo pretendes alcanzarla, y con recursos comprometidos para ello, sea tiempo, o cualquier otro tipo de recursos. Una meta que no es de nadie más sino tuya y solo tuya… muy personal. Una gran meta que te permita analizar que aspectos de tu vida son un lastre, y debes eliminar o reducir a su mínima expresión, para conseguir tiempo y recursos para enfocarte en aquellos aspectos que debes maximizar, o en generar nuevos caminos para avanzar más rápido hacia ella. Una gran meta que al estar clara, pueda derivarse en uno, dos o tres submetas, que te brinden dirección e impulso cada día de tu vida.

Tomar el control, entonces, es un verbo con un destino claro, no una idea difusa que se pierde en el tiempo… Es un empezar a limpiar para poder sumar luego… Es un vivir cada día de tu vida disfrutando al máximo el paso avanzado, pues ciertamente ese día nunca regresará; es encontrar tu vocación en función de tu razón de ser social, aquello que te apasiona tanto sumar a este mundo, que aún cuando te cueste, y nadie más lo valore, la satisfacción de haberlo hecho es tan grande, que inunde tu corazón; es aventurarse a innovar y transformarte no en el producto de tu pasado, sino en el primer paso de tu futuro, sin temor a caerse una y otra vez, pues cada caída trae una escuela cuando estás atento; es salir de tu zona de confort, de tu falsa seguridad de esperar que las cosas sigan constantes... Es extender tus alas, abandonar tu nido, y encontrarse con ese ser tan especial que habita en tu interior. Los tesoros más valiosos no están en la orilla de la playa, están justo en el fondo del mar… no temas naufragar, pues justo ahí, ¡te espera tu destino!.


Del Autor



Guillermo Montúfar

Empresario, Asesor y Catedrático Universitario en Centro y SurAmérica, actualmente laborando tanto en Universidades en Chile, impartiendo clases en programas de Post Grado, como Director de Proyectos y Programas de Fondos de Cooperación. Gerente General de las empresas de Grupo Tecnología. Posee... [ver más]
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